Por Julio Rodríguez – Periodista
Esta silla se convirtió en una especie de entrañable amiga que dentro de poco dejaré y donde el Maestro de Galilea se ha tomado el tiempo para darme lecciones invaluables de vida.
Valorar el silencio, el susurro, la complicidad, la solidaridad, el interes, el desinterés y en fin, todas las formas de la amistad, la hermandad y la fraternidad de quienes somos conscientes que seguir a Jesús requiere de mucho más que una oración, que no hay milagros sin actitudes de fe.
El me desafió desde aquí a no dejar de ser un hombre agradecido en todo momento. Durante más cinco meses he conocido gente entregada a su labor de ver a su prójimo sin importar nada; que se puede olvidar nuestro sufrimiento y dolor si nos dejamos usar por El, aunque estemos como vasijas rotas que con sus manos el repara.
Jesús ha empujado mi silla en forma de personas cercanas, lejanas y desconocidas, que llegaron como cuervos a dejar lo que el Señor consideraba que yo necesitaba o me llevó con aquellas que anhelaban una palabra o una provisión, y que yo sería el canal de bendicion
La silla ha sido un lugar de descanso, reflexion, accion, oracion, preocupación, de duda, fortalecimiento y porque no, de llanto, pero sobre todo de tener la seguridad que él se queda siempre cuando los demás se van, se cansan o nunca están. Porque tiene otros amigos, que en estas circunstancias él llama para empujar la silla de los problemas que afrontamos.
Entonces, por eso nuestra forma de agradecer es no detener la obra para la que hemos sido llamados. La mejor forma de creer es actuando con fe y actitud de que las cosas tienen un propósito en el Señor. Pronto, muy pronto le diremos adiós a una silla que ha sido de bendición, porque los desafíos son a diario y la derrota es opcional, cuando se tiene fe y actitud.