¿Es positivo dejar que un menor comparta la cama con su perro o gato?


Sí, pero en un contexto que garantice la seguridad y el bienestar de ambas partes, teniendo en cuenta factores como la disponibilidad del adulto para supervisar, el estado de salud del pequeño y su animal o la relación entre los dos,

(EL PAÍS).- Los niños que por la noche comparten la cama con sus mascotas se sienten más protegidos y concilian mejor el sueño. Sin embargo, si van a dormir juntos, deben hacerlo bajo determinadas premisas que garanticen la seguridad y el bienestar tanto del menor como del animal. Partiendo de la base de que el perro o el gato no son peluches, sino seres vivos con unas necesidades específicas, el colecho del niño con su mascota puede resultar positivo, porque se refuerza el vínculo entre ambos durante un momento tan íntimo como son las horas del sueño nocturno, en las que los pequeños se pueden sentir más vulnerables o desprotegidos. “Los animales pueden ser una fuente de seguridad y apoyo emocional para algunos niños y el hecho de dormir acompañados de ellos puede proporcionarles mayor seguridad a la hora de conciliar el sueño y generales un estado de mayor calma”, asegura la educadora social con máster en Etología Miriam Pérez.

Para los animales, el hecho de dormir con sus compañeros humanos también tiene repercusiones sobre ellos: “Desarrollan un vínculo más estrecho con los seres humanos porque lo asocian con que no somos una amenaza y sienten que pueden estar relajados y tranquilos mientras duermen”, afirma por su parte Helena Bat, psicóloga especializada en etología y bienestar animal. Esta forma de dormir, según destaca Bat, les permite a los niños comprender mejor a sus animales: “Aprenden a cuidarles, respetarles; a entender que tienen emociones y sentimientos y que pueden compartir momentos muy bonitos con ellos”, asegura.

Hay determinados factores a tener en cuenta a la hora de decidir si es beneficioso que un niño comparta cama con su compañero de cuatro patas. La capacidad de supervisión de los adultos, el estado de salud de ambos, el temperamento del animal y la dinámica de interacción entre los dos, son algunos de los que menciona Pérez.

Lo importante es descansar bien durante el sueño nocturno y ser coherente con la decisión de permitir que el niño y su mascota duerman juntos: “Hay que mantenerla en el tiempo, porque el animal no entenderá que se le deje subir a la cama únicamente los fines de semana, pero, también hay que tener en cuenta que si, por ejemplo, un gato no quiere dormir en la habitación no hay que obligarle a hacerlo”, explica Bat. La etóloga también destaca la conveniencia de que exista consenso por parte de toda la familia sobre si se da libertad al perro o gato para acceder a la cama del niño. “Es importante no forzar situaciones y tener en cuenta que cada animal tiene una forma diferente de descansar, al igual que las personas. Los hay que se tumban sobre la cama o bajo las mantas, y otros están un rato durante la noche y luego deciden marcharse”, añade.

Los niños menores de un año necesitan especial supervisión si duermen con su animal, ya que los cachorros de todas las especies son más frágiles debido a cuestiones como su capacidad movimiento, que es más limitada: “Por ejemplo, un perro o un gato puede tumbarse encima para dormir e impedir respirar con normalidad. Asimismo, si el cachorro de animal cae de una cama que está alta, se puede hacer daño o quedar atrapado entre las sábanas, con el consiguiente riesgo de no poder respirar bien”, continúa Bat. Esta experta menciona otras situaciones en las que no es recomendable compartir el sueño nocturno, como en los casos en los que hay ciertos problemas de convivencia. “Cuando existe un apego excesivo con la familia humana, conviene que duerman por separado para no fomentar esa dependencia emocional o si, a veces, araña o muerde, porque al moverse el niño puede sentirse molestado y reaccionar”, advierte.

También conviene tener en cuenta los casos de animales que tienen problemas de salud: “Si les afecta al control de esfínteres o vomitan por la noche, conviene valorar si es mejor que tengan su espacio individual para dormir, porque lo importante es lograr el bienestar y comodidad de todas la partes”, recomienda la especialista.

Ciertas pautas pueden ayudar a que el sueño nocturno se convierta en una experiencia satisfactoria y beneficiosa para los pequeños y sus mascotas. La etóloga Miriam Pérez indica las siguientes:

Una supervisión estrecha para garantizar la seguridad de ambos, sobre todo en el caso de los bebés.

Dar libertad al animal para escoger dónde quiere dormir, ya que se trata de buscar el bienestar de las dos partes. Hay que tener en cuenta que, en ocasiones, los animales se pueden estresar por el llanto del niño o su movimiento y prefieren dormir con los adultos y en otra parte de la casa.

Proporcionar espacio suficiente para compartir la cama con comodidad y asegurar el descanso de ambos. Si es posible, enseñar al animal a colocarse a los pies de la cama y cambiar las sábanas a menudo para mantener la higiene.

Asegurar el óptimo estado de salud de ambos para evitar posibles zoonosis (contagio de enfermedades de animales a humanos) o alergias.