Hoy, 10 de mayo, no queremos hablar de flores ni de regalos. Queremos hablar de ti, y del título más valioso que una mujer puede obtener: el de madre incansable, madre presente, madre que no se rindió.
Eres mil profesiones y un oficio, ser madre. Fuiste médico, psicóloga, chef, profesora, entrenadora, abogada, y muchas otras profesiones dedicadas a tus hijos.
Quizá eres de las que lavó y planchó ajeno; la qué pasó mucho tiempo fuera de casa para estar presente en la alimentación, el estudio y el techo, porque nunca faltó para tus hijos.
Quizá la que tuvo que ver a sus hijos de lejos, porque nunca faltó la vergüenza de tu oficio, que no era tan alegre como le llaman a tu vida.
A lo mejor, eres la madre que siempre quiso un abrazo en navidad, en año nuevo o en tu cumpleaños, pero la nieve lo congeló o fuerte viento del norte nunca lo trajo.
O quizá la que cerró sus ojos no por el dolor de la enfermedad, sino por el dolor de dejar a tus vástagos, sin posibilidad de que un día como hoy pudieran darte un abrazo o un beso.
Cualquier tipo de madre que seas o que nos haya tocado, siempre serás la que no dejó que su hijo tuviera frío en el vientre, ni fuera del mismo.
No se trata de flores, chocolates, libros, cocinas o regalos que no pueden significar el valor que tiene el amor y la dedicación de una madre.
Y ¿Dios es padre o madre? Se preguntan algunos, Él es todo, y eso debe ser suficiente para agradecerle siempre, por la madre que dio a cada uno.
Felicidades mamás.
Julio Rodríguez, periodista