Por Ernesto Sanabria| / Secretario de Prensa de la Presidencia
EL SALVADOR. -El medio de comunicación español «ABC» publicó en marzo de 2016 un artículo con el título «La fiesta erótica en una cárcel que ha escandalizado a YouTube». ¿Atractivo verdad? Cualquiera pudo pensar que se trataba de un gancho publicitario para alguna película de cine europeo o de Hollywood, pero no.La nota periodística era sobre un video de una fiesta en uno de los centros penales de El Salvador, con prostitutas, orquestas, alcohol y drogas. Una de las tantas celebraciones que se les permitía a las maras y pandillas, a quienes se les trataba como «personas ilustres».
Las autoridades les complacían sus caprichos y les otorgaban todos los privilegios posibles como comidas y bebidas exquisitas a la hora que quisieran, salidas del reclusorio cuando quisieran, visitas de amigos y parientes, y hasta negocios con las tiendas en el interior, claro, en sociedad con los funcionarios de Seguridad y encargados de la custodia.Los «angelitos» tenían acceso a los mejores celulares, a cientos y cientos de chips de todas las compañías, que ocupaban para ordenar asesinatos, desapariciones, secuestros, extorsiones y robos a los salvadoreños honrados, honestos, trabajadores.
Pues, eso es a lo que las ONG y escribientes, como el cantinero prófugo, llamaban «respeto a sus derechos humanos en las cárceles».Los salvadoreños sabemos que, además, durante la tregua maldita de Mauricio Funes y, luego, en la administración del profe, miles de dólares mensuales fueron enviados a los cabecillas de ambas organizaciones terroristas.
El descaro fue tal que hasta les facilitaron los campos de tiro de la Fuerza Armada. El resultado: asesinato de estudiantes, trabajadores, soldados y policías.Para las ONG, religiosos, dueños de medios y políticos todo estaba «dentro del orden de la democracia» y, entonces, simplemente se sentaban en una misma mesa a degustar café y pan con funcionarios de Gobierno y de segundo grado en el afamado Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia, creado supuestamente para encontrar la solución al problema de criminalidad.
La más grande farsa. Ahí la prensa «crítica» estaba muda.Ese era el sistema de institucionalidad, de democracia, de balance de poderes, de independencia, que sostenían los dueños de la finca, por medio de sus fieles serviles. Me refiero a sus cúpulas partidarias tricolores y rojas, a sus cuatro magistrados «magníficos o apocalípticos» y jueces corruptos, a sus obreros en los medios de comunicación de papel y digitales.
Es que, para todos estos, el sistema de «contrapesos» funcionaba. Claro, pero para seguir el son de la canción del saqueo, de la corrupción y de las «mentas». Mientras, la vida y los derechos de los más de 6 millones de ciudadanos eran insignificantes.
Y qué pensar entonces del silencio de los «faros de la verdad», esos que visitaban constantemente a los asesinos del pueblo para trasladar sus mensajes hacia fuera de los centros penales. Esos que, amparados en el «periodismo», escribían todo lo que los cabecillas les dictaban y los presentaban como relatos de «héroes» o vivencias de «líderes».
Estos carniceros con pluma han sido y siguen siendo apologistas, además de oportunistas del dinero que despilfarran foráneos que se creen amos del mundo para quitar y poner reyes, y de aquellos que siguen con sueños presidenciales.
Por eso se entiende el ardor y sangramiento de plumas en sus escritos y redes sociales, ahora que, en esta nueva historia que verdaderamente protege la vida y los derechos de todo el pueblo, ya no tienen contacto con sus amigos los criminales, y ya no pueden trasladar sus mensajes.
Es entonces cuando se sobreentienden las críticas que lanzan a verdaderos profesionales del periodismo internacional, quienes han tenido acceso al Cecot, donde corroboran que ahora los criminales sí pagan por sus crímenes, sin privilegio alguno. Es que eso les duele a los bandidos de Soros. Simplemente, han sido parte de la cloaca del poder fáctico.Pero al igual que los salvadoreños se hartaron de tricolores y rojos y del sistema político corrupto, también se hartaron de las novelas financiadas por sus amos.
El pueblo sabe de todos ustedes, de los que conformaron la «institucionalidad de bandidos y terroristas». Y a todos les sacó tarjeta roja. Creo que aún no han caído en el veinte. Lo mejor que pueden hacer es disfrutar con sus familias de otra Navidad y fin de año en total seguridad.