El cumpleaños olvidado


Por el periodista Julio Rodríguez.
[email protected]
@JulioR_ES

EL SALVADOR.- En una noche festiva, las calles del pueblo brillaban con luces y música. Una gran celebración se llevaba a cabo: el cumpleaños de Jesús. Las mesas estaban repletas de comida, las risas llenaban el aire, y las puertas del salón estaban cerradas a quienes no llevaban la vestimenta adecuada.

A lo lejos, un hombre barbado caminaba en sandalias. Su ropa estaba gastada, y su mirada cargaba con el peso de los invisibles: el obrero sin trabajo, la madre soltera, el anciano olvidado, el enfermo sin medicina. Cada paso suyo resonaba como un eco de vidas ignoradas.

Al llegar al salón, intentó entrar. “No puedes entrar vestido así”, le dijeron con frialdad. El hombre sonrió tristemente y se retiró, dejando atrás la fiesta.

En la puerta de una calle oscura, se encontró con un grupo de niños descalzos, una madre con un bebé en brazos, y un anciano acurrucado contra el frío. Se sentó entre ellos, compartiendo lo poco que tenían: un pedazo de pan, y palabras de consuelo

En la fiesta los invitados seguían celebrando al Jesús de los cuadros y las canciones, sin darse cuenta de que el verdadero Jesús había estado entre ellos, y lo habían dejado fuera.

Esa noche, las palabras del hombre resonaron en el silencio: “En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis”. Pero nadie las escuchó, porque estaban demasiado ocupados con la fiesta.

Incluir a Jesús en sus fiestas, es compartir más allá de los nuestros.