OCEANÍA.- El rey Carlos III recibió el sábado honores militares de cada cuerpo de las fuerzas australianas, en un gesto simbólico al inicio de su gira de nueve días por Australia y Samoa.
El monarca británico puede presumir de ser mariscal del ejército australiano, mariscal de su fuerza aérea y almirante de la flota.
Después de un agotador viaje de más de 20 horas, el rey de 75 años y su esposa, la reina Camila, llegaron a Sídney, la ciudad más poblada de Australia.
Allí fueron recibidos por dignatarios locales antes de una breve reunión privada con el primer ministro de Australia, Anthony Albanese, y su prometida.
La visita tiene como objetivo reforzar la monarquía entre el público australiano. Se trata del segundo viaje del soberano al extranjero desde el anuncio de su cáncer, lo que hace que las habituales ceremonias y agasajos se reduzcan.
«Realmente tenemos muchas ganas de regresar a este hermoso país para celebrar las extraordinariamente ricas culturas y comunidades que lo hacen tan especiales», había escrito la pareja real en redes sociales antes de su llegada.
Hay pocos compromisos en su agenda y, aparte de una barbacoa en Sídney y un evento en la famosa Ópera de la ciudad, habrá pocas reuniones públicas.
Los australianos, marginalmente a favor de la monarquía, están sin embargo lejos del entusiasmo que en 2011 mostraron por la visita de la fallecida madre de Carlos III, la reina Isabel II, cuando miles acudieron para recibir su saludo.
En Australia, el movimiento antimonárquico crece en un país que tiene al rey británico como jefe de Estado.
Albanese no oculta su deseo de romper algún día los lazos con la monarquía. Tras la muerte de la reina Isabel II, su gobierno sustituyó el rostro de la monarca en el billete de 5 dólares del país por un motivo indígena.
Una encuesta reciente mostró que aproximadamente un tercio de los australianos quiere desvincularse de la monarquía, un tercio la mantendría y un tercio está indeciso.
«Creo que la mayoría de la gente lo ve como un buen rey», dice Clare Cory, una abogada de Sídney de 62 años, que está indecisa sobre la monarquía británica.
Otros no ven ninguna razón para tener un rey cuyo acento, vestimenta y costumbres tienen poco en común los australianos.
«Simplemente da la impresión de un anciano blanco», dijo Maree Parker, una profesora a domicilio. «No necesitamos un rey y una reina».
La gira de Carlos III llega además en medio de llamados a reparaciones por la esclavitud por parte de líderes de países caribeños miembros de la Commonwealth, en su mayoría excolonias británicas.
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